martes, 29 de enero de 2008

MENOS MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA.

A veces, un error, un despiste, un extravío, nos conduce a un terreno que nos sorprende y agrada. Algo así nos ha sucedido este mes de enero en el Club de Lectura. Cuando seleccionamos Una interpretación, de Joaquín Pérez Azaustre, la razón que más pesó era que se trataba de un autor andaluz, bastante joven, al que habíamos podido leer en la prensa local, constatando su calidad como escritor. Pensando que era prosa el contenido del libro, fue solicitado, y al recibirlo nos encontramos con que se trataba de un poemario.

Aunque no todos los lectores de este club son aficionados a la poesía, todos han leído el libro. Y en ese sentido, ha sido un feliz despiste el que nos ha hecho derivar en un territorio extraño como es la poesía. Extraño, porque, como dijo el poeta Gamoneda aquella misma noche "la poesía no es nunca ficción", mientras que la literatura lo es siempre.

Por su inquebrantable resistencia a ser definida, la poesía no es fácil y es al mismo tiempo el territorio de lo abstracto, de lo no narrativo, de lo que se dice sin decir y sobre lo que no se menciona apenas nada, sino que se denota, se connota. Vive entre líneas. Y la forma en que se encarna es parte de su ser más íntimo.

Nos hemos reencontrado en esta obra con una poesía moderna, de verbo contenido, forma depurada, silente; alejada de los canónes con los que la mayoría de nosotros crecimos. No leímos sonetos, ni romances, ni endecasílabos con rima consonante. Los valores tradicionales de la poesía ya han sido desprendidos de la misma, como en la imagen que nuestro compañero citó, la de la descripción de la poesía como aquello que queda cuando quitas todo eso que parece constituirla.

La poesía es minoritaria, qué duda cabe. Los golpes bajos recibidos durante muchos malos tiempos para la lírica, la han relegado a una reserva. Pero aún vive y palpita allí; y en San Roque tenemos el privilegio de poder acceder a ella a través de los mismos poetas invitados al Aula de Literatura José Cadalso. Y me refería antes a Antonio Gamoneda, quien aquella misma noche, ofreció un recital al que asistimos los miembros del Club de Lectura tras la reunión. Por este Aula han pasado más de un centenar de poetas y algunos prosistas a lo largo de muchos años. Gracias a ella, tuve el placer de conocer a Andrés Sánchez Robayna, el poeta canario cuya poesía tanto me ha acompañado, y con quien compartí una inolvidable visita a Gibraltar. Tampoco dejaré de recordar la presencia de arcángel de Leopoldo de Luis, cuyos versos me inmovilizaron en mi asiento; Antonio Cabrera, con sus milagrosas revelaciones del mundo en la conciencia; la delicada Chantal Maillard, que más que leer sus versos parecía estar escribiéndolos en el mismo instante en que llegaban a mis oídos (una de las poetisas que mejor han recitado su obra, en mi humilde opinión); el simpático y muy didáctico Lorenzo Silva; mi amigo y paisano David Mena, cuya juventud no logra disimular su gran talento; y tantos otros.

No recuerdo cuándo se puso en marcha el Aula, pero sí que fué hace bastantes años. Son ya 135 los cuadernillos de edición limitada que componen la coqueta colección, cuidada con esmero, e ilustrada, por el promotor y responsable de este acontecimiento, Juan Gómez Macías. Yo también tuve el placer de ilustrar tres portadas, incluso participé como "poeta" en dos recitales colectivos, uno sobre autores comarcales, y otro, nacido de un taller de poesía que impartió para un grupo de aficionados la poetisa Dolors Alberola.

Este viernes de enero, día de la reunión, quedará como el día en que la poesía, como la paloma de Alberti, vino hasta hasta nosotros por un equívoco; luego nosotros fuímos hacia ella. Quizás sea el comienzo de una hermosa amsitad.