sábado, 29 de marzo de 2008

EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE.




Una voz difusa comienza a reflexionar desde ninguna parte arrastrándonos a un viaje denso y lleno de digresiones. Desconocemos quien habla, desde dónde. Así comienza este libro que poco a poco nos va dando detalles del hecho que pone en marcha un mecanismo o proceso de averiguaciones y acercamientos entre personajes a los que las circunstancias y el azar han entrecruzado. Un hombre es invitado a cenar por una mujer a la que apenas conoce y cuyo marido está en Londres esa noche. En la casa hay un niño de dos años al que cuesta acostar. Por fin, cuando se confirma el carácter galante de la cita, la mujer se siente mal, agoniza y muere antes de haberse convertido en su amante. Qué hacer con el cadáver, qué hacer con el niño, con el marido ausente, qué diferencia hay entre la vida y la muerte.

La prosa de Javier Marías tiene entre sus características más acusadas, su capacidad para envolver al lector en una trama reflexiva e intimista capaz de suspender el tiempo y dilatarlo. Cinco minutos reales se convierten en sus manos en páginas de inquisiciones, suposiciones, digresiones, que nos llevan del presente al pasado (flash-back) o al futuro (flash-forward):

"[...]. Eduardo Deán lleva bigote, mira a la cámara y se muerde el labio, parece muy alto y delgado, y aunque su rostro me pareció memorable, ya no lo recordé una vez fuera de aquella casa y de Conde de la Cimera y del barrio. Ya no lo veía."

El protagonista, Víctor Francés, cuenta en primera persona, y recuerda lo vivido indagando hasta el punto de no saber realmente cómo han sido las cosas ("Vivir en el engaño es fácil, y aún más, es nuestra condición natural, y por eso no debería dolernos tanto"). El epílogo del libro, titulado Lo que no sucede y sucede, lo explica muy bien.

La estructura del libro es compleja, por un lado es lineal puesto que avanza desde un hecho que constituye el argumento hacia adelante, hacia el futuro, hacia un nudo y un desenlace. Pero hay una circularidad paralela en los acontecimientos que se va revelando a medida que nos acercamos al final. Y luego, esta esa capacidad de la prosa para ralentizar el avance del tiempo de la acción, paralizarnos en los detalles que dan pié a pensamientos y reflexiones en las que afloran la herencia filosófica del escritor (su padre fue reputado filósofo). En una entrevista de hace algunos años, el escritor afirmaba su deseo de representar ese tiempo que transcurre sin que nos demos cuenta, y es evidente que lo consigue. Muchos compañeros han señalado la dificultad que les ha opuesto el libro a su lectura, y es que estamos ante un ejemplo de literatura que no penetra al lector, sino que exige ser penetrada por él. Es literatura exigente de la atención del lector, atención continua, so pena de perder el hilo del relato. Marías juega con los desvíos narrativos y las digresiones, desplazándonos de lugar o de tiempo apenas ha comenzado a contar algo para pasar sutilmente a contarnos otra cosa. Estas formas de construir con el lenguaje, convierten la lectura en un ejercicio nada fácil, a pesar de que los términos usados son en su mayoría comprensibles sin tener que recurrir a diccionario alguno.

La presencia de lo filológico es otra marca de la casa. Licenciado en filología inglesa, ex profesor en Oxford, Javier Marías introduce comentarios sobre ciertas palabras del castellano, del inglés, y esta presencia de lo meta lingüístico, son signos de que tras la voz del protagonista, asoma puntualmente la conciencia y la formación del autor (su inclinación por Shakespeare, de quien toma el título de la novela) . En efecto, y no sólo en los comentarios de carácter filológico, sino en opiniones concretas sobre temas varios. Sin ir más lejos, el episodio del Solus, trasunto de un personaje real de nuestro país, sirve al autor para exponer sus opiniones al respecto, que no se liman en su agudeza y su ironía. Se despacha a gusto, introduciendo en medio de la narración de una acción una opinión surgida de una conciencia crítica que si bien es de un personaje, no es ajena al autor, que estaría de acuerdo con tal opinión:

"-Mire, que se jodan, él ya hace más de lo que debería. Lo llaman de todas partes, en plan abuso. Que es que no hay más que uno, cojones, no se dan cuenta. - Era definitivamente mal hablada, pero hoy en día lo es casi todo el mundo. "

Para finalizar, decir que Mañana en la batalla piensa en mí, supuso la gran consagración de Javier Marías como uno de los escritores más importantes a nivel mundial. El reconocimiento que supone la concesión de cuatro premios tan prestigiosos como los obtenidos, más el reconocimiento que supone el gran número de lectores fieles que ha creado el escritor, son signos de la gran calidad y hondura de su obra literaria; obra que por ahora, ha dado el autor por concluida con la publicación de su trilogía Tu rostro mañana. Y como broche final, una cita de esta novela que hemos leído, y de la que pueden ser extraídas más de una:

"[...], las historias no pertenecen sólo al que asiste a ellas o al que las inventa, una vez contadas ya son de cualquiera, se repiten de boca en boca y se tergiversan y tuercen, nada se cuenta dos veces de la misma forma ni con las mismas palabras, ni si quiera si el que cuenta dos veces es la misma persona, ni siquiera si el relator es único para todas las veces, [...]"