sábado, 3 de mayo de 2008

APUNTES SOBRE SEMPRÚN Y FEDERICO SÁNCHEZ.

No sería de justicia que emitiera una valoración sobre el libro de Jorge Semprún, pues ante todo debo confesar que no he podido terminar de leerlo. Pueden valerme como tenues excusas los excesos laborales del mes de abril, en los que el cómic o historieta o tebeo, se han adueñado de sus días y me han tenido concentrado en torno a éste medio, tanto aquí en San Roque, como fuera, en Barcelona.

Aún así, no querría dejar de anotar algunas apreciaciones sobre el libro, y recoger lo que se derivó de la reunión del grupo.

Lo más llamativo de este libro es el uso de dos personas narrativas: y Yo. Si el comienzo es con la segunda persona del singular, poco tardamos en descubrir que quien escribe es ese mismo , y que no hay distancia entre Federico Sánchez y Jorge Semprún, más allá que la de la memoria y el tiempo.

Autobiografía es una forma que adopta el libro para jugar con los recuerdos en una narración que es más bien recuento de escenas y fechas, de nombres y actos. Por momentos, tiene uno la sensación de estar leyendo más un libro de historia que una novela. Reconozco que a veces, la acumulación de todos esos datos, hicieron la lectura farragosa, para mí, y la falta de acontecimientos narrativos, me hacían perder el interés.

Tengamos en cuenta, que el libro fue premio Planeta en un momento caliente, en plena transición, y la opinión de Semprún, testigo de primera mano de nuestra historia predemocrática, constituía por sí misma en ese momento y testimonio de alto interés. No se ahorra en críticas contra personajes archiconocidos de la vida política española (Santiago Carrillo). Y eso siempre tiene un morbillo añadido para el editor de ojo mercantil.

En fin, lejos de mi intención poner en duda el alto nivel intelectual del autor como escritor. De hecho, siempre he tenido en máxima estima su figura como la del ministro de cultura más culto de la historia democrática de nuestro país. Su prólogo al catálogo del pintor Nicolas De Stäel (MNCARS, 1992), salió de su puño y letra, a diferencia de tantos prólogos y discursos pronunciados por cargos públicos incapaces de no cometer siquieira errores de lectura.