lunes, 11 de mayo de 2009

DISEÑO ITALIANO DE INSPIRACIÓN JAPONESA.

Seda, suave como la seda, no fué del todo el debate, porque al contrario de lo que su título inspira, el libro de Baricco genera, generó y generará dialécticas encendidas en todo foro donde se hable de él.


Mi experiencia personal con este libro es ejemplo de la misma confrontación generalizada de opiniones. Cuando lo leí hace unos años, me encantó a todos los niveles. Cundo lo he vuelto a leer, me ha parecido un yogur light. Qué ocurre con Seda.


Formalmente me encanta, es de una fluidez en su sintaxis, tan poético el sonido interior de su prosa como "música blanca". Esos capítulos tan cortos, como una especie de haikus orientales. Tan bellas sus descripciones, tan singulares sus personajes. Tan agradable en general. Dicen que leída en francés es aún más poética que en su lengua de origen, el italiano.

La historia es la historia de una seducción. Un hombre casado, de carácter pasivo y pusilánime, descubre en un viaje de negocios a Japón a una mujer de rasgos no orientales que lo seduce de inmediato. Se establece una relación no carnal entre ambos, pero sí obsesiva, al menos para el protagonista. Dos de los personajes secundarios más importantes de la trama, el empresario y la esposa del protagonista, sospechan algo. El nudo se alcanza cuando a pesar de las condiciones de guerra en Japón, el protagonista insiste en volver a viajar allí, sin necesidad, para seguir con el negocio de la importación de huevos de gusano, aunque en realidad su motivo secreto es volver a ver a la extraña joven de sus pensamientos. El desenlace es ciertamente inesperado, pues es la esposa del protagonista la que se revela como la interventora en una trama en la que una carta parece poner fin a las ansiedades del hombre en cuestión. No es pues, una historia épica, sino un asunto de carácter romántico, íntimo, casi anecdótico, una seducción en el sentido más probable que nos enseña Baudrillard en su magnífico De la seducción.

Mientras miles de lectores en Europa y el resto del mundo han disfrutado y aclamado Seda como un libro extraordinario, otros tantos lo han criticado como producto superficial, con un forma muy cuidada y un descuidado o ausente contenido. Seda no muerde, al menos en el sentido en que muerde Kafka, o Musil, o Cortázar o McCarty. Más bien acaricia, y lo hace como describe su prosa la caricia de la seda, era como si tuvieras la nada entre las manos. Esa es la sensación más exacta con la que puedo describir mi última lectura de este libro, algo tan sutil y liviano, tan transparente y vacío. Como un polo de hielo, refresca y no alimenta, no engorda. No se puede ser severo con Seda. También hacen falta este tipo de productos, aunque sean más diseñados que escritos.

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