miércoles, 4 de julio de 2007

RECONSTRUCCIÓN IMPOSIBLE

El narrador de Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, es uno de los personajes que participaron en los sucesos que terminaron con la muerte de Santiago Nasar. Años después, intenta reconstruir la crónica de todo lo sucedido a través de sus recuerdos y de los encuentros con los personajes de aquellos tiempos, que aún viven.
Dos son las fuentes básicas de las que bebe García Márquez para formalizar este libro. En primer lugar, el lenguaje periodístico, que él conoce a la perfección por sus años dedicado a este trabajo. Pero García Márquez lo retuerce y lo transforma hasta insuflarle una vitalidad y una agilidad narrativa que permite que la mera crónica se transforme en literatura apasionante. La alternancia de los recuerdos del protagonista, su propia narración, con la de los personajes, que intervienen en diálogos directos, en una vertiginosa e imperceptible estructura donde el tiempo se fragmenta y el lector es lanzado del futuro al pasado y viceversa, rompen toda la estructura clásica aristotélica del argumento-nudo-desenlace; no en vano, la primera frase del libro es el mismo hecho final de la narración. En segundo lugar, García Márquez hace acopio de la cultura de su tierra, de lo más popular y endémico, elaborando un tapiz donde convive la exhuberancia mítica de latinoamérica, transida por esos toque del archiconocido realismo mágico que muncialmente ha caracterizado gran parte de la literatura sudamericana.
Inmersos en una sociedad mestiza, en la que conviven nativos, descencientes de españoles, españoles, árabes, y dentro de una cultura que permace anclada en valores tradicionales y en un notable machismo en la relación hombre-mujer, los acontecimientos se precipitan a través de la reconstrucción, componiendo un caleidoscopio en el que el fatalismo del desenlace parece irreversible, a pesar de las tenues o cecididas oposiciones de algunos personajes. Todo parece transcurrir como si nadie creyera que es posible, como si se innhibieran, o en algunos, casos, como si lo desearan. Finalmente, como ya se sabe, todo se resuelve en el fatal asesinato.
Algo hay detrás de toda esta estructura, aparentemente fácil, que nos está diciendo algo por debajo de todos los temas que afloran en su superficie (el machismo, el honor, la iglesia, la sociedad, etc.), y es algo que tiene que ver con la misma naturaleza de la vida y de la literatura.
El asesinato de Santiago Nasar, al término del libro, sigue siendo un misterio: desconocemos si realmente él fue el responsable del fracaso del matrimonio de Bayardo Sanromán, desconocemos igualmente si los hechos sucedieron tal y como el narrador los recoge, porque los personajes se contradicen, las versiones de los hechos no se ajustan unas a otras, y nada parece poder aclararse a pesar de esta minuciosa investigación. Y es que, quizás sea el mensaje del libro, la literatura es incapaz de reconstruir la vida por medio de la narración, la literatura fracasa allí donde la vida impone su misterioso destino encadenado de acciones y reacciones ante las cuales el narrador no puede sino recogerlas y tratar de encajarlas lo mejor que puede, obteniendo un puzzle que no termina de reconstruirse y queda, como la misma vida, abierto.

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