sábado, 1 de septiembre de 2007

MANKELL: EL FALSO POLICIACO

Poe inauguró, con Arsenio Lupin, la novela policiaca o detectivesca, en la que el protagonista, un ser ad marginen, privilegiado con una inteligencia extrordinaria, nos conducía a través de sus deducciones a la solución del misterio, clave de toda obra policiaca. Sobre la estructura narrativa básica: argumento, nundo y desenlace, flota en toda novela del género una condición obligatoria: la solución del caso. Esta estructura, en la que la identidad del asesino acaparaba el interés del relato, derivó en lugar común y previsible hasta el punto de que la obra perdía todo valor si se revelaba la solución antes del final. Debemos aquí recordar la anécdota que refería Alfred Hichtkock sobre los vodoonish, nombre con el que se designaban estas historias: en un canal de la televisión inglesa se programó uno de estos vodoonish; poco antes de la emisión de la película, la cadena rival anunció la identidad del asesino. Es por eso que Hichtcock casi siempre nos mostró al asesino desde el primer momento, porque una cosa son los crucigramas y otra muy distinta el suspense.

Henning Mankell no escribe novela policiaca, digámoslo ya. Las aventuras del comisario Wallander no se pliegan a la clásica estructura de investigación sobre la identidad de un culpable como epicentro de una construcción narrativa, ni siquiera mantiene los lugares comunes de los personajes de la novela negra. Los detectives siempre fueron seres al margen de la sociedad, seres marginados o automarginados que al aceptar un caso regresaban a la sociedad, pero lo hacían desde la perspectiva del descreido, del que conoce la trastienda y la suciedad bajo la alfombra. Eran personajes fríos, decididos, calculadores, inteligentes, y bastante cínicos. Wallander sólo comparte con ellos un rasgo: solitario. Pero la soledad de Wallander no es la soledad a la que se ve abocado el detective por su propio posicionamiento existencial, sino la soledad del hombre medio que habita una sociedad desarrollada en la que los valores tradicionales han entrado en crisis. La disolución de la familia, del matrimonio, la independencia temprana (y el rechazo) de los hijos. Wallander es un hombre normal, humano,demasiado humano. Carece de los rasgos del detective, es tan sólo un funcionario que vive en una soledad no deseada y padece su propia vulnerabilidad, su propia debilidad que lo empuja a cometer acciones infantiles, torpes, impertinentes.

Todo no es más que un medio para que Mankell hable de lo que realmente le interesa: la problemática social en su país. En efecto, el meollo del crimen de Asesinos sin rostro no es la identidad de los asesinos, sino el panorama que se nos describe a través de la mirada de Wallander de un país que afronta un fenómeno actual: la inmigración. El descubrimiento de la identidad de los asesinos no provoca en el lector ese efecto que provoca la solución de un crucigrama muy difícil, sino que no aporta nada nada más allá de lo que aporta la consecuencia natural de un proceso casi burocrático. Por el camino, de hecho, han sido descubiertos otros asesinos, los xenófobos, ocultos bajo la aprente legalidad que otorga la pertenencia a una nacionalidad europea. Rostros europeos bajo los que se esconde un miedo a lo extranjero que deviene violencia y muerte. Y ello nos lleva a pensar que son éstos, más que aquellos (los culpables del crimen que inicia la novela), los verdaderos asesinos sin rostro.

En cuanto al estilo, se señaló la calidad de los diálogos, cosa bien achacable a la dedicación profesional de Mankell, director teatral en Mozambique. Mientras que en su escritura, es directo, simple, sin barroquismos y sin perder una figuración que potencia la dimensión casi anodina de la realidad del relato. Un relato que es más una novela social y política, una instantánea sobre un país europeo del que en España tenemos un conocimiento basado en muchos clichés, y que se enfrenta a problemas que no nos son ajenos. Si es, indiscutiblemente, un acertado retrato de una mentalidad que nos resulta un tanto extraña: la inexistencia del tratamiento de usted entre las personas, la frialdad en el trato entre compañeros profesionales, el escaso sentido del humor tan común en nuestras latitudes,... Rasgos que nos sitúan en otras coordenadas y que personalizan el universo de un autor y un personaje que han alcanzado un rango inusitado de popularidad mundial. Si hubiera que desentrañar el misterio de por qué el éxito de estos libros, quizá la solución sea tan simple como ésta: porque el protagonista es un policía y no son libros policiacos.

1 comentario:

Karmons dijo...

Realmente siempre tu capacidad para comentar el relato incluyendo los comentarios que fuimos aportando, Fran.

Un saludo a tod@s l@s compañer@s del club de lectura. =)